Después seguía la visión de la villa, de un ocre luminoso y reseco donde todavía faltaban años para que apareciera el negro del carbón, ya que apenas comenzaban a hacer alguna prospección minera en la cuenca; la población se difuminaba en el horizonte a medida que el laúd descendía por el Ebro tras atravesar la confluencia con el Segre junto a las últimas casas.
Camino de sirga, 38
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