Ella tendía ropa, sin querer, escuchaba la conversación. El coronel, «Si me lo permite, me desabrocharé la guerrera», después de congratularse de que el accidente del día anterior no hubiese tenido consecuencias fatales, hablaba de la paz del país, que parecía definitiva un año y medio después de la huida a Francia del pretendiente carlista. En el castillo, ya desmontadas las baterías artilleras, estaban reduciendo la guarnición. Había que ahorrar, suprimir gastos superfluos.
Memoria estremecida, 115
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