—¿Que si puedo indicarle una fonda, señor? ¡Pues claro! ¡Menudo barquero sería yo si no fuera capaz de prestar ese servicio, y otros, a los viajeros! Lo que yo siempre digo, un barquero no es el encargado de pasar gente, caballerías y equipajes de un lado al otro del Ebro con el transbordador y ya está. No, de ninguna manera, ni mucho menos. Así lo hemos pensado siempre en mi familia, y de este oficio, créame, sabemos mucho. Tenga en cuenta que los Garrigues somos los barqueros de Mequinenza desde que el mundo es mundo y, si no hay antes un desastre de mil hostias, lo que una de las personas más entendidas de aquí, don Guillem de Segarra, un pozo de ciencia, llama un cataclismo, lo seremos hasta el día del juicio.
Memoria estremecida, 69
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