–¡Suéltala! —gritó Marcel.lí Monegre.
Al oír la orden del patrón, Narcís Costera, el peón que guiaba el macho que sirgaba el falucho Ebre por la ribera arriba, desenganchó la sirga: la larga cuerda, que unía el animal a la embarcación, cayó al rio y segó como un latigazo al agua gris. Los otros dos peones de la tripulación, que entre tanto habían montado los remos en los escálamos, iniciaban la bogada, y el Santa Bárbara cortó la corriente al sesgo, en dirección al pueblo, situado en la orilla izquierda.
—¡Fuera remos! —ordenó el patrón, al acercarse al muelle.
Los peones cogieron entonces los bicheros y atracaron suavemente la embarcación junto a las que ya estaban amarradas en batería.
Guardaos de soñar encías desdentadas, en El Café de la Rana, 105-106
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