Cuando llegaba el día, Arcadi se vestía de punta en blanco, de acuerdo con la moda de su juventud, se dirigía con parsimonia a la parada de los coches de línea, provocando la admiración general con el traje de los años veinte, un canotier impecable y un bastón con puño de marfil, reliquia de la desvanecida prosperidad del linaje, subía al autocar de Lérida, se iba a la ciudad y desaparecía.
Camino de sirga, 102
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