En las oficinas de Lignitos Victòria, los chupatintas soportaban con forzada resignación admoniciones eternas sobre la puntualidad, la rectitud o la eficacia laboral; en el casino, no era raro ver al cura, al comandante del puesto de la guardia civil, al secretario del Ayuntamiento, al jefe del sindicato franquista y demás contertulios dar unas cabezadas disimuladas, mientras él peroraba arrellanado en un sillón.
La galería de les estatuas, 150
© 2009-2021 Espais literaris de Jesús Moncada · Disseny de Quadratí