Si ella hablaba con añoranza de los dos ríos de Mequinenza, del tráfico de los muelles o de la vida intensa de la cuenca minera, la señora Sara se horrorizaba. ¿Cómo se podía vivir tan cerca de aquellas corrientes de agua? ¿No les daba miedo?
La galería de les estatuas, 68
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