Siguió el curso del Segre: en aquel momento lo estaba cruzando el transbordador abarrotado de personal civil. Tal vez estuvieran allí Agnès, su padre… Ojalá huyesen, ojalá huyese todo el mundo —había deseado mientras pensaba con horror en la espantosa represión que marcaba la entrada de las tropas en cada población conquistada—, ojalá no encontrasen más que casas vacías… La Sierra del Castillo, con la fortaleza en su cima, ocultaba la villa, situada al otro lado, en la confluencia del Segre con el Ebro. Pasó los binoculares al Chapa.
La galería de les estatuas, 166
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