Salían de la villa por la carretera de Lérida. El parabrisas enmarcaba un Segre gris. Al otro lado del río, el agua muerta de los galachos espejeaba entre los choperales desnudos y las gleras: a la izquierda, más allá de los bancales de olivos y almendros, la vertiente de los Monegros recortaba el horizonte.
La galería de les estatuas, 165
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