¡«Este Isidre»! –me decía yo–. Aquí tiene unos olivares que da gozo verlos y seguro que ni se acuerda de ellos. Pero es natural; si se pasa el día detrás del mostrador de su tienda despachando patatas y garbanzos, ¿cómo va a acordarse de este cacho de tierra que heredó de su tío Tomàs. Se conoce que al principio el terreno le hizo ilusión, hasta lo dio a labrar, pero ya se le habrá pasado la venada; no se puede ser payés y comerciante al mismo tiempo. ¡La tierra no es un juguete, es toda sacrificios! Y es una lástima, porque estas olivas, una de dos, o se van a malmeter o algún granuja se las limpiará».
Explicaciones desde un olivo, en El Café de la Rana, 33-34
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